Jueves, 7 de Mayo de 2009
Desayunamos sobre las ocho de la mañana unas
tostadas enormes para mi gusto pero, dada la jornada que nos esperaba,
merecieron el esfuerzo.
En Santa Catalina.
Conocimos a Sabine, chica alemana, azafata de
la Lufthansa, con quien volveríamos a encontrarnos en distintas fases del Camino.
También a Ayton, brasileño, y a Nuria, de Murcia. Tras unas fotos y un susto
al caerse unas tejas mientras el propietario del albergue nos comentaba sus
andanzas por el Camino con su novia que, a pesar de pasarlo mal, no aceptaba ninguna
ayuda, comenzamos la etapa.
Mesón CowBoy en El Ganso.
Dejamos atrás El Ganso sin detenernos, dado lo temprano de la
hora. Ángel, Chema y Luís se habían adelantado mientras Paco y yo nos íbamos
rezagando poco a poco.
Paramos en Rabanal del Camino donde
ya nos esperaban los más adelantados. Luis Barrio sacó ese maravilloso bote verde
(de esencias de aloe-vera) y parte del equipo se untó sobre todo los pies
por el alivio que suponía.
Saludamos a Nuria y Ayton que se encontraban
por allí y siguieron camino hacia Foncebadón donde pensaban llegar para
almorzar y por la subidita que nos esperaba.
Palloza restaurante en Fontebadón.
Poco tiempo después nos juntamos de nuevo en
Foncebadón donde nos cambiarnos de camiseta, nos quitarnos las botas y nos
sentamos en una zona verde al lado de una palloza que tantas
veces habíamos visto y fotografiado. Aprovechamos para dar cuenta de un poco
de cecina, queso, chorizo, y algunas cervezas mientras veíamos pasar a algunos peregrinos en
bicicleta.
Habitantes de Fontebadón.
Poco después comenzamos la subida hasta la
Cruz de Ferro donde nos hicimos las fotos de rigor, para comenzar acto seguido el descenso
hacia el Acebo.
La Cruz de Ferro.
El día es caluroso y la bajada hasta El Acebo se nos
hace larga. Dejamos atrás Manjarín sin detenernos, exceptuando a Paco, a quien le
ofrecen un plato de garbanzos o lentejas, que declina amablemente.
Ya en El Acebo, precioso pueblo, nos esperaba
Jesús, con su coche de apoyo, en el bar Mesón El Acebo donde habitualmente, en
otras ocasiones, hacemos
parada y aprovechamos para la correspondiente I.T.V.
I.T.V. en El Acebo.
El mesón se encontraba muy concurrido de
peregrinos. Aprovechamos la marcha de un grupo de ciclistas holandeses,
que sorprendentemente volveríamos a encontrar días después, y otro grupo
de italianos, para ocupar su sitio con intención de comer.
Con Silvia, en El Acebo.
Tras la comida y los licores, sacamos las
mochilas del coche y decidimos partir. Aún hubo tiempo de tomar
una última consumición antes de que Paco estuviera dispuesto para la salida.
Mientras tanto, Silvia se había brindado a acercarnos en coche a Molinaseca,
a unos 6 kilómetros. Personalmente acepté el ofrecimiento, dejando a Paco, con
fuertes dolores en el pie, finalizando su consumición, y con intención de
hacer el recorrido caminando.
Poco después, Silvia me deja en la puerta del
albergue de Molinaseca, donde ya el resto del equipo esperaba, descansados y
duchados, tomando una
cerveza. El albergue es de ensueño, al lado del río que baña la
localidad y junto al precioso puente romano que lo cruza.
Cuando llega Paco, damos una vuelta por el precioso pueblo.
Molinaseca.
Después de la agradable cena en el mismo albergue, nos
acercamos a la Posada de Muriel, lugar donde hacía años habíamos comido, pero encontramos
el establecimiento cerrado. De todas formas, al regreso al albergue,
tomamos un último "elixir" de hierbas en un establecimiento cercano y. finalmente, cansados,
nos vamos a dormir.
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