Viernes, 16 de Mayo de 2008
Mientras camino temprano tras mis amigos por las bonitas calles de León, pienso en
la larga etapa que nos espera hasta Hospital de Órbigo. Aunque sabemos que la etapa es llana, serán
36 largos kilómetros. La temperatura es excelente y aunque el
cielo no está totalmente claro no parece que vaya a llover.
San Marcos
Caminamos despacio con las ya molestas mochilas clavadas en nuestros hombros.
De vez en cuando hacemos alguna parada para reponer fuerzas mientras tomamos algunas fotografías.
Poco a poco nos vamos distanciando unos de otros, acoplados cada uno a su ritmo más cómodo.
Santuario de la Virgen del Camino
Llaman nuestra atención las ermitas que encontramos a nuestro paso
con sus campanarios repletos de nidos
de cigueñas que mantienen un equilibrio sorprendente, descansando muchas de ellas sobre una sola pata.
Campanario repleto de cigueñas
Rezagado, cruzo extrañado por un complicado y peligroso entramado de autovías
con la sensación de haberme extraviado. La Virgen del Camino ha quedado atrás y ya solo deseo
encontrar un lugar donde poder tomar una cerveza y descansar. Mis amigos van muy adelantados y
ya han efectuado una primera parada.
Descanso en un bar
Retomo el Camino después de comerme en solitario un buen bocadillo de queso
acompañado con algunas cervezas. El calor es ahora sofocante. Paco y Fernando, que me llevan
algo de ventaja, me esperan, y pronto caminamos juntos los tres.
Paco, descansando
Poco después nos reunimos con el resto del personal que, junto a nuestros
amigos húngaros, nos están esperando para comer en un bar del Camino.
Charlotte
Mientras nos preparan la comida, aprovechamos para hacernos una revisión de
ampollas, rozaduras, dolores, y demás. Es decir, una I.T.V. completa.
Descanso y masajes
La charla con nuestros amigos húngaros es difícil debido al idioma. Gracias
a nuestro pobre pero efectivo inglés y a diversas anotaciones en el GPS de Chema, podemos
entendernos de alguna manera.
Mezcla de idiomas
Algunos no pueden evitar el descanso incluso antes de comer.
A Fernando, le hemos buscado una litera dentro del albergue de peregrinos y se ha echado una buena siesta
mientras nosotros comemos unos platos impresionantes de huevos fritos, churrascos y patatas.
Agotados
Después de la comida y de un buen descanso a la sombra, decidimos continuar
nuestro Camino. El grupo de peregrinos extranjeros se quedan en el albergue.
Su Camino ha finalizado por hoy.
Fussina
Después de despedirnos pues seguramente no volveríamos a vernos, hemos
ido saliendo del albergue unos tras otros. Aún nos quedan catorce largos kilómetros para
finalizar nuestra etapa.
Sin saber cómo, he vuelto a quedarme rezagado. Cuando por fin llego a Hospital de Órbigo,
sus calles me reciben con adornos de fiesta. Animado por la finalización de la etapa decido
entrar en un bar a descansar antes de llegar al albergue.
Hospital de Órbigo
Llevo un ramo de flores que he venido recogiendo, distraido, por el Camino y,
sin saber qué hacer con él y con intención de que no se sequen, le pido al camarero una botella de agua.
Muy amable, me ayuda a
cortarla por la mitad y fabricar una especie de tiesto. Contento con mi jarrón de flores recorro
las calles del pueblo con dirección al albergue donde han parado mis amigos.
Cerca del albergue
Mientras sigo las indicaciones de Ángel para llegar al albergue, Paco y Chema
se hacen cargo del jarrón ...
Paco, Chema y el jarrón
... y se encargan de llevárselo rápidamente a Clarita.
Las literas del albergue me parecen exageradamente altas y estrechas. Me toca una alta y no me
hace mucha gracia dormir allí. Se lo digo a la hospitalera, Mary Tere, pero no me hace caso. Salgo a cenar
pensando en buscarme otro lugar donde dormir.
Clarita y el jarrón
Poco después, acompañados por Clarita, cenamos en un restaurante cercano.
En la sobremesa, finalizada la cena, se nos une la hospitalera, a quien invitamos a una copa de
vino de Prieto Picudo.
Cuando regresamos al albergue sigo pensando en buscar otro lugar donde dormir.
Le digo a la hospitalera
que voy a dar una vuelta por el pueblo a ver si encuentro algo. Ella me amenaza con que, si salgo, ya no me
dejará entrar. Sin creer que fuera en serio, salgo y me cierra la puerta. Entonces, llamo
al timbre y, por
la mirilla, le digo que recojo la mochila y que me voy. Como no me deja entrar, vuelvo a llamar, a
pesar de sus
amenazas de avisar a la policía. Por fín, me permite entrar, recojo mi mochila y me voy
en busca de otro albergue.
En la cena
La noche es espléndida y la luna grande y preciosa. Mientras me dirijo hacia
la carretera en busca de algún hostal me voy alejando del pueblo. Camino a buen ritmo a la luz
de la luna siguiendo la carretera hacia Astorga. No se ven edificaciones y las pocas que
encuentro están totalmente a oscuras. Poco a poco me voy convenciendo de que no voy a encontrar
un lugar donde dormir.
Villares de Órbigo
He dejado atrás Villares de Órbigo sin abandonar la carretera y
continuo a buen paso. Se escucha música de fiesta a lo lejos y, caminando a su ritmo, avanzo
sin demasiados problemas.
Algunos coches pasan rápidos en dirección contraria a la mía. Me detengo en una gasolinera
solitaria y pregunto al hombre, que está entretenido con una fregona, cuánto falta para un hotel.
Me dice que ya tiene que ser en Astorga. Me ofrece amablemente quedarme allí y
dormir en un sillón de la gasolinera. En otro caso, tendré que recorrer seis kilómetros más.
Le agradezco su ofrecimiento y continuo el Camino. Una hora después diviso las primeras
construcciones de la bonita ciudad. En una de ellas,
se ve un letrero de "Hostal" y, sin pensarmelo dos veces, entro, pido una habitación y me retiro
exhausto a dormir. Aunque no se me ocurrió mirar la hora, debían ser cerca de las tres de la
mañana.
La carretera