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CAPÍTULO XIV: MONTAÑAS DE NIEVE
VIAJE A ANDORRA Y PARQUE NACIONAL DE AIGÜESTORTES (PIRINEOS): DEL 8 AL 15 DE FEBRERO DE 1997



Asistentes: A.- Para excursiones montañeras. Michel y Angel. B.- Para esquiar. Mª Antonia, Mariví, Felisa, Juan-Pablo, Carlos, Angela, Jesusete y Nacho.

Alojamiento:

En Hotel Andorra Center, en régimen de media pensión (desayuno, cena y habitación).

PLAN DEL VIAJE:

La excursión es la misma que todos los años organiza Tomás Urrialde en la semana de Carnaval para esquiar. Mª Antonia, Mariví, Felisa y los chicos van en plan de esquiar en la estación de Pal; yo me llevo el coche, porque la idea es hacer excursiones con Michel por las montañas andorranas, e incluso un día irnos hasta el Parque Nacional de Aigüestortes y Lago San Mauricio.

LUGARES VISITADOS:

El Principado de Andorra (ver Cap. XVII).
UN POCO DE HISTORIA.

De acuerdo con la leyenda, Andorra fue fundada por el Emperador Carlomagno como muestra de agradecimiento a los habitantes de estos Valles por haber guiado su ejército durante la guerra contra los árabes. Lo que sí es cierto es que en el acto de consagración de la Catedral de La Seo d'Urgell en el año 839, las Parroquias de Andorra figuran como pertenecientes a los territorios del Conde de Urgel.

A comienzos del siglo XI, los Condes de Urgel fueron cediendo gradualmente sus derechos a la Iglesia de Urgel hasta que, en 1133, el Conde Ermengol IV dio al Obispo todas sus posesiones en los Valles de Andorra. Al mismo tiempo, exigió a los andorranos que rindieran respeto al Obispo y a sus sucesores como señores feudales.

Debido a varias acciones militares por parte de los lores vecinos contra la Iglesia de Urgel, el Obispo se puso bajo la protección de la familia Caboet y, en 1159, se firma el tratado entre ambas partes por el cual se reconoce oficialmente la soberanía del Obispo de Urgel sobre Andorra mientras que, al mismo tiempo, los Valles de Andorra eran otorgados en feudo a la Casa Caboet.

La heredera Arnalda de Caboet se casa con el Vizconde Arnau de Castellbó, llevando con ella la propiedad de los Valles de Andorra. Más tarde, Ermessenda de Castellbó, hija de este matrimonio, se casa con el Conde Roger Bernat de Foix, transmitiéndole así la propiedad de los Valles de Andorra que ella había heredado de sus padres.

Después de varios conflictos entre el Conde de Foix y el Obispo de Urgel en los que ambos reclamaban su soberanía sobre Andorra, el 8 de Septiembre de 1278 se firman los "Pareatges". Este es el primer documento constitucional de Andorra y establece los derechos económicos, jurisdiccionales y militares de los lores. También estipula el pago por parte de los andorranos de un tributo llamado "Qüestia" en años alternos. Diez años más tarde, se firma una ampliación de los "Pareatges" para establecer algunos puntos que no habían quedado claros en la primera. Ambos documentos resolvieron definitivamente las diferencias entre los Lores y las declaraciones de los "Pareatges" están en vigor aún hoy en día, fijando así el equilibrio institucional del Principado de Andorra.

En el año 1419, los hombres de Andorra pidieron a los dos Co-Príncipes les fuera otorgado el derecho de reunirse en "Consell" (Consejo) para poder resolver los problemas de la comunidad. Por un privilegio otorgado por ambos Co-Príncipes, se instaura el "Consell de la Terra" (Consejo de la Tierra). Esta fue la primera forma de Parlamento en Andorra que, con el paso del tiempo vendría a convertirse en el "Consell General"(Consejo General), formado por representantes de todas y cada una de las Parroquias del Principado.

Llegado el siglo XVI, los derechos del Conde de Foix pasaron a la Corona francesa cuando Enrique XI de Foix y III de Navarra se convirtió en Enrique IV de Francia. Su hijo, Luis XIII de Francia, confirma la incorporación a la Corona francesa de los derechos de las casas de Caboet, Castellón, Foix y Bearn. Es así como el derecho sobre Andorra y su soberanía pasan a ser compartidas entre el Obispo de Urgel y el rey de Francia, actuando éste como último sucesor de los Condes de Foix. Esta estructura se interrumpe temporalmente debido a la Revolución Francesa pero, el 27 de marzo de 1806, a petición de los mismos andorranos, Napoleón I restablece, por Real Decreto, el coprincipado de una manera definitiva.

El 22 de abril de 1866, se promulga la "Nova Reforma"(Nueva Reforma). Estipula que los miembros del Consejo General deberán ser elegidos por el limitado sufragio de los "Caps de Casa"(Cabezas de Familia). El 17 de julio de 1933 se establece el sufragio universal masculino para la elección del Consejo General y finalmente, por medio de un decreto de los dos Co-Príncipes fechado el 14 de abril de 1970, se le otorga el voto a las mujeres andorranas.

Los Co-Príncipes y Jefes de Estado de Andorra delegan sus funciones a los llamados "Delegats Permanents"(Delegados Permanentes), quienes residen, respectivamente en La Seo d'Urgell y Perpignan.

De la misma manera, nombran a los Magistrados, que viven en el Principado, y que son los encargados de administrar la justicia y mantener el orden público.

Por un decreto fechado el 15 de enero de 1981 los Co-Príncipes, a petición del Pueblo Andorrano, conceden la creación del Gobierno Andorrano. Este gobierno está presidido por el "Cap de Govern"(Jefe del Gobierno) y constituido por un grupo de 4 a 6 "Consellers de Govern"(Consejeros de Gobierno). El Jefe de Gobierno es elegido por el Consejo General. En el mismo decreto se especifica a Andorra como un coprincipado cuya soberanía se reparte entre el Obispo de Urgel y el Jefe de Estado francés, como sucesor del Conde de Foix.

EL ARTE Y LA CULTURA.

La herencia artística del Principado de Andorra es considerable. La Iglesia de Santa Coloma es una de las iglesias más antiguas del Principado de Andorra. Inicialmente prerrománica, ha sufrido varias modificaciones, entre las cuales cabe señalar la construcción del campanario cilíndrico y de la puerta de entrada (siglo XII), el pórtico del muro de mediodía (siglos XVI-XVII) y la colocación del retablo barroco dedicado a Santa Coloma. La torre del campanario, de 17,75 m. de altura, es uno de los pocos ejemplares conocidos de base circular. La iglesia poseía el ciclo pictórico románico más rico y extenso del Principado, que actualmente se conserva en el Museo Estatal Prusiano de Cultura de Berlín. En el interior de la iglesia se conserva una talla de madera policroma de los siglos XII-XIII que representa la Virgen de los Remedios.

El puente de la Margineda, situado en el pueblo de Santa Coloma, cruza el río Valira y forma parte del camino medieval que comunicaba las dos poblaciones más importantes del Principado de Andorra. Es el mayor y el más esbelto de los puentes medievales del país. Su longitud es de 33 m y la altura de 9,20 m.

Además de los ejemplos mencionados, podemos decir que una gran parte de la herencia artística de Andorra la forman edificaciones religiosas, esculturas y pinturas, con impresionantes ejemplos del más puro arte románico. Desde pequeñas ermitas en las montañas a los esbeltos campanarios lombardos del grandioso Santuario de Meritxell, la herencia de Andorra en cuanto a arquitectura religiosa se refiere, contiene algunos trabajos magníficos, particularmente del período románico lombardo como Sant Romà de Les Bons, Sant Cerni de Nagol, Sant Miquel d'Engolasters, Sant Climent de Pal, Sant Martí de La Cortinada, entre muchos otros.

En cuanto escultura, destacaríamos las tallas románicas de la Virgen María en madera policromada, el impresionante estuco de Sant Joan de Caselles, también de origen románico, y las hermosas y estilizadas cruces góticas de piedra que se pueden encontrar por todo el territorio andorrano. Las piezas de altar también tienen su importancia, siendo la mayoría barrocas, con imágenes talladas y motivos decorativos, y que se encuentran en muchas de las iglesias de Andorra.

Hay también algunos maravillosos ejemplos de pintura románica en los espléndidos frescos de Sant Cerni de Nagol, Sant Martí de La Cortinada y Santa Coloma. De la misma manera, en Sant Romà de Les Bons y Sant Joan de Caselles se pueden ver delicadas pinturas en tablas de madera que forman magníficas piezas de altar.

El folklore andorrano es extraordinariamente rico. Digno de mención son, entre otras, la representación satírica de la "Ossa" (La Osa), la mascarada de la leyenda de el Lago de Engolasters y la farsa de los contrabandistas. Hay también danzas notables, como "La Marratxa", que se baila tan sólo una vez al año en la plaza de Sant Julià de Lória el segundo día de la fiesta mayor, el baile de Santa Anna, de Escaldes-Engordany, el Contrapas, de Andorra la Vella, y la Sardana. Todas ellas son claramente representativas de las danzas populares del país.

LA NIEVE.

Unos de los más específicos atractivos naturales de Andorra es la nieve, ya que debido a la generosidad invernal de sus montañas nos permite (gracias a estaciones de esquí muy bien equipadas) practicar el esquí así como otras formas de deportes de invierno, en perfectas condiciones, durante seis meses al año. Y la calidad de su nieve es más que suficiente para el deleite de los partidarios de este fascinante deporte.

Las estaciones de esquí en el Principado de Andorra son : Pas de la Casa-Grau Roig, Soldeu-Tarter, Arinsal, Pal y Arcalís. Todas ellas con excelentes pistas de esquí, al mismo tiempo que zonas aptas para muchos otros tipos de deporte o simplemente para el descanso y la relajación. Todas y cada una de estas estaciones están equipadas con todo lo necesario para atender a esquiadores y visitantes.

Andorra la Vella y Escaldes-Engordany (ver Cap. XVII).

A principios de siglo, Andorra la Vella no era más que un pequeño pueblo de montaña, cuyos habitantes se concentraban donde hoy se encuentra el barrio antiguo, especialmente los barrios del Pui, El Puial, el Barri antic y el Cap del Carrer. En este conjunto se encuentra la Casa de la Vall, uno de los edificios más representativos del Principado, cuya construcción se remonta al siglo XVI, y también el restaurante quizás más antiguo de los Valles, el Hostal Calones, que desde 1660 regenta la misma familia.

Con una población de 22.000 habitantes, la parroquia dispone de un total de 70 hoteles (2.835 habitaciones), 50 restaurantes, 4 campings y más de 550 tiendas. El Comú (Ayuntamiento), trabaja desde hace años en la promoción de diversas actividades tanto culturales como recreativas. El año 1980 se creó el Instituto Andorrano de Estudios Musicales, que cuenta en la actualidad con 325 alumnos y que ha formado una orquesta propia. El año 1986 fue creado el Instituto de Arte como sede de diversos talleres artísticos.

Andorra la Vella cuenta con un Centro de Congresos que desde su inauguración, el año 1989, ha sido el marco de un gran número de exposiciones y convenciones internacionales.

En la oficina de Información y Turismo del Comú de Andorra la Vella o en el Sindicat d'Iniciativa, el turista que llega a la Parroquia puede obtener toda la información que le sea necesaria para conocer las actividades programadas en cada momento.

La sede del Consejo General, conocida como la "Casa de la Vall", es un edificio nobiliario con incorporaciones de elementos defensivos. En la Casa de la Vall, además está la Cámara de Justicia, la antigua cocina social y el museo filatélico. Se encuentra en el casco antiguo de Andorra la Vella y su tipología arquitectónica combina elementos civiles y militares. El edificio cuenta con tradicionales elementos de defensa, como las atalayas de la fachada, el matacán sobre el portal y las aspilleras. En su interior se encuentra el armario de las siete llaves, que antiguamente albergaba los documentos más importantes del país. Para abrirlo se necesitaba la presencia simultánea de los consejeros (parlamentarios) de cada una de las siete circunscripciones del país. Las adversas condiciones meteorológicas y las distancias que tenían que recorrer los consejeros hacían que a menudo tuvieran que pernoctar en la casa, donde todavía hoy se conserva la cocina y el dormitorio que utilizaban. El salón noble, antiguo comedor, está decorado con pinturas murales del siglo XVI.

Escaldes-Engordany es la más pequeña de las siete parroquias y también la mas nueva, ya que su configuración data del 1978. Hasta aquella fecha, Escaldes-Engordany y Andorra la Vella formaban una sola parroquia, pero a causa del deseo de sus ciudadanos, se separaron.

Escaldes debe su nombre a las numerosas fuentes sulfurosas que abastecen a varias casas particulares y hoteles de la parroquia. Es precisamente por la existencia de estas aguas que se ha construido Caldea, el centro acuático de mayores dimensiones en Europa. Un palacio de cristal con 6.000 m2 de cascadas, geíseres, jet-streams, spas, etc. Todo para mantenerse en forma en un entorno natural y saludable.

En el ámbito cultural y artístico se pueden descubrir auténticos tesoros como la iglesia prerrománica de San Roma dels Vilars y la de San Miquel d'Engolasters, junto a otros vestigios medievales. Engolasters se sitúa sobre un rellano al norte del valle de Andorra y es fácilmente visible por el campanario de la iglesia de Sant Miquel. El edificio es de una extremada sencillez a causa de sus pequeñas dimensiones, de la simplicidad de los parámetros y de la ausencia de elementos mobiliarios en el interior. La iglesia ha conservado gran parte de sus características arquitectónicas originales románticas. Lo más particular y destacable de su arquitectura es el campanario, levantado a más de 17 metros en una estructura esbelta, acentuada por una cubierta piramidal. Es de tres pisos con ventanas, decoradas con arcadas lombardas. En el piso superior, en el centro del arco, hay una escultura que representa un rostro humano, el único de concesión figurativa de la arquitectura románica en Andorra. El porche, como es habitual en las iglesias de Andorra, fue añadido durante la edad moderna.

El Museo de reproducciones de arte románico exhibe 25 espléndidas muestras de este arte.

El Festival Internacional de Jazz se celebra durante la primera semana de julio. Por él han pasado los más prestigiosos maestros del género taller como Fats Domino, B.B. King, Miles Davis, George Benson etc. Un encuentro indiscutible para los amantes de jazz.

Durante el día no hay que olvidar los paseos por la zona comercial más importante de Andorra, donde se encuentran numerosos restaurantes en los cuales se ofrece la cocina tradicional andorrana y también las especialidades internacionales.

Y si el viajero lo prefiere, a través de la naturaleza puede descubrir la personalidad oculta de Escaldes-Engordany, con sus montañas, bosques, lagos y ríos utilizando los accesos tradicionales, los senderos de largo recorrido o las excursiones organizadas.

Envalira y Pas de la Casa.

F - 1 : Paisaje en las inmediaciones de la estación de esquí de Pas de la Casa-Grau Roig.

Terreno fronterizo, salvaje y solitario, reino de la nieve, antaño barrera desafiante y casi infranqueable, transitado por contrabandistas, pastores, trashumantes y viajeros románticos. Hoy estas mismas condiciones naturales lo convierten en el escenario más impresionante y apropiado para la práctica de los deportes de invierno.

Aquí se creó la primera estación de esquí de Andorra. Después, sólo ha habido que dotarla de las instalaciones más modernas y de un equipo humano experto para que su estancia sea inolvidable. En Pas de la Casa-Grau Roig le ofrecemos la naturaleza en estado puro.

Encamp y Canillo.

En las parroquias de Encamp y Canillo podemos encontrar importantes muestras del románico andorrano. A destacar entre otras manifestaciones las siguientes: SANT ROMÀ DE LES BONS; iglesia de estilo románico del s. XII, que presenta la orientación tradicional levante - poniente, con los cimientos tallados en gran parte en la peña. SANTA EULÀLIA; seguramente construida durante la primera mitad del siglo XII. Preside el pueblo de Encamp, y desde el principio adquirió las funciones parroquiales, que conserva aún hoy en día. Debido a las numerosas reconstrucciones que ha sufrido esta iglesia, se hace difícil identificar los restos románicos.

La Massana y Pal.

F - 2 : Vista general de Pal, en la parroquia de La Massana.

Pal, Sispony, Anyós, Arinsal, Erts, L'Aldosa y La Massana son los núcleos que forman la parroquia, de la que este último pueblo es el más habitado. En conjunto es una zona muy rica en extensiones de bosques y con una importante flora y fauna. Las posibilidades de excursiones son muchas y de dificultad variada, pero siempre gratificadoras. Cualquier recorrido escogido será todo un descubrimiento, al tiempo que por el camino encontraremos fuentes de agua fresquísima para apagar la sed y espacios reservados para hacer una comida en el campo, donde se puede encender fuego en las instalaciones preparadas al efecto. Y para pasar la noche en plena naturaleza, se puede escoger entre los refugios de la zona: el del Pla de l'Estany, que da cobijo, o el del Coma Pedrosa, que ofrece unos servicios más completos: de bebidas, comidas, duchas y alojamiento.

En el pueblo de Erts, situado en dirección La Massana-Arinsal, justo en el cruce de Pal encontramos como atractivo principal la iglesia de Sant Roma, restaurada por el Servicio de Patrimonio Artístico, que ha buscado la fidelidad a la antigua estructura del edificio del siglo XIX, de planta rectangular, muy sencillo. Existen restos de la edificación original de la época románica, cuya datación corresponde a la segunda mitad del siglo XI o a la primera del XII, ya que sus características coinciden con la mayoría de las iglesias andorranas. En dicha iglesia encontraremos también restos de pinturas murales, y es probable que, si no todas, algunas de ellas hayan sido realizadas también en época románica.

San Juliá de Loria.

Antiguamente conocida como Laurèdia, Sant Julia de Lòria es la ciudad andorrana mas cercana a la frontera española. Está situada a 909 metros de altitud y tiene una población de 7.551 habitantes. La parroquia se compone principalmente de Sant Julia de Lòria y los pueblos de Bixessarri, Aixovall, Certers, Llumeneres, Nagol, Aixirivall, Aubinyà, Juberri y Fontaneda.

Sant Julià de Lòria constituye un núcleo comercial y turístico de fuerte atracción e impacto por su variada y diversa oferta. A una importante y magnífica área de naturaleza (bosque de la Rabassa, camp de Claror), se unen entre otros elementos destacables, exquisitas y perfectas piezas de arte románico (ermita de Sant Cerni de Nagol, campanario de la Iglesia de Sant Julià de Lòria, Sant Germà, Sant Martí de Nagol), de una belleza admirable. Como otras iglesias románicas de Andorra, Sant Cerni de Nagol fue construida, siguiendo una cierta estrategia, fuera del pueblo, y ocupa una posición dominante en una punta rocosa de la vertiente oriental del valle de Sant Julià de Lòria. El edificio es románico y data del año 1055 según el acta de consagración. Una interesante particularidad es la ventana cruciforme de la fachada occidental. El porche y el coro interior son de la edad moderna.

Todo este cautivador conjunto tiene un interés especial para el visitante que culmina en unas modernas y prácticas instalaciones de carácter deportivo, como el campo de tiro de la Rabassa y el Centro Deportivo.

Con una larga tradición y raíces culturales, Sant Julià de Lòria mantiene una alta vocación, con el Centro Cultural y de Congresos Laurèdia, para todas las manifestaciones y actividades, en el ámbito del teatro, el cine, las exposiciones, las conferencias y, en toda esta amplia y generosa gama de posibilidades, el lugar ideal para la celebración de congresos, ferias, exhibiciones, presentaciones simposios y reuniones de carácter internacional.

Ordino-Arcalís.

La población de la parroquia (1.931 habitantes el 31 de diciembre de 1996) se reparte en una superficie de 86 km2 y en las siete poblaciones que configuran la parroquia: El Serrat, Llorts, Arans, La Cortinada, Ansalonga, Sornàs, Segudet y Ordino. En tiempos no muy lejanos aquí residían los nobles del país y aquí se conservan las antiguas casas de Guillem d'Areny, barón de Senalles, artífice de la Nueva Reforma de 1866, y la Casa Rossell.

F - 3 : Iglesia de San Martí de La Cortinada, en la parroquia de Ordino.

Esta parroquia ha sabido conjugar con suma delicadeza y con armonía, todo su histórico pasado con una gran visión de futuro, y si en tiempos fue el lugar de acogida y la musa de grandes poetas como Mosén Jacinto Verdaguer y Antoni Fiter -autor este último del Manual Digest en 1748-, ahora los núcleos urbanos han sabido mantener la más alta calidad ecológica.

De su paisaje urbanístico cabe destacar las pulcras y cuidadosas reformas de sus casas de trabajo en la montaña o "bordas", y de su iglesia parroquial puede decirse que arropa a la virgen más pequeña y antigua del principado, la Virgen del Remedio, tallada en madera policromada y perteneciente al siglo XI. Esta iglesia de estilo románico, construida entre los siglos XI y XII -restaurada en el XVI-, guarda en su interior un retablo de los siglos XIV, XV y XVI y unas rejas forjadas en el XV en la farga o herrería del Serrat. Dos pequeños altares conservan en su interior los restos de los dos cabezas de familia de las familias más representativas del Principado, Rossell y Plandolit. Pero muy especialmente hay que destacar la iglesia de San Martí de La Cortinada; de estilo románico dividida en dos partes, la primera alberga el antiguo altar mayor y aún conserva los frescos del siglo XII. Posteriormente, en el siglo XVIII se amplió una parte siguiendo los cánones barrocos. La iglesia conserva algunas de las características de la época, entre los cuales encontramos un pequeño carillón en forma de rueda que antiguamente se utilizaba durante la Pascua, para las comuniones y las bodas. Otros elementos interesantes son los cuatro bancos de madera del siglo XII trabajados a mano. Uno de ellos tiene la particularidad de poseer un cajón donde se guardaban los misales y su dosel es móvil. Cambiaba de posición cuando los parroquianos se arrodillaban y cuando hacían las reuniones de pueblo para que todos los contertulios pudieran estar cara a cara.

Espot y Parque Nacional de Aigüestortes y Lago San Mauricio

Los lagos no son abundantes en la geografía catalana. Sin embargo, en la región de los Pirineos hay un gran número de pequeños lagos de origen glacial, como el de Sant Maurici, sosegado y solitario, sólo agitado por las leves irisaciones de la ligera brisa, uno de los que forman la región lacustre de Els Encantats. Se encuentra situado en el Pirineo Central, en el término municipal de Espot, a 1900 metros de altitud. Descendiendo desde el lago, el agua se filtra por una llanura de densa, y a veces agreste, vegetación de alta montaña, conocida como Parque Nacional de Aigüestortes.

Cuenta la leyenda que dos cazadores se encontraban oyendo misa en una ermita cercana a Espot, en el Pirineo de Lleida, cuando un rebeco cruzó por unos prados cercanos. Los cazadores prefirieron salir tras el animal que seguir con el acto religioso. Entonces, Dios les castigó y les convirtió en dos picachos rocosos llamados Els Encantats. Ahora, las dos montañas son el espléndido telón de fondo del lago de Sant Maurici.


EXPERIENCIAS DEL VIAJE:

Sábado, 8 de Febrero de 1997.

Salimos de Segovia en el coche sobre las 9 de la mañana Mª Antonia, Juan-Pablo, Jesusete y yo. Los demás se habían ido en los autobuses a las 8 de la mañana. Tomamos la carretera de Soria, con poco tráfico, y un día espléndido de sol.

A los pocos kilómetros de pasar la circunvalación de Soria, nos encontramos a los autobuses parados en un bar de carretera, por lo que decidimos parar allí; estaba toda la excursión tomando unos cafés y ya se sabe, empiezan los saludos por aquí, saludos por allí, que si vosotros también vais, que no os hemos visto en los autobuses, etc. Después de los cafés coge Mª Antonia el coche en dirección a Zaragoza; la carretera está bien de firme pero por la zona que bordea el Moncayo (Borja, Tarazona) tiene unas cuantas curvas que hay que tomar con cuidado.

Llegamos a la entrada de la autopista en Gallur y, por todo este trayecto continua Mª Antonia llevando el coche. Pocos kilómetros después de Lérida, ya fuera de la autopista, paramos en un bar de carretera a comernos los bocadillos que llevamos. Nos quedan unos 140 Km. para llegar a Andorra. A partir de este momento cojo yo de nuevo el coche y nos presentamos en la frontera de Andorra sobre las 5 de la tarde, por lo que antes de las 5 y media estábamos en el Hotel.

Subimos a las habitaciones, deshacemos los equipajes y mientras tanto, Juan-Pablo y Jesusete ya se habían dado una vuelta por el Hotel a descubrir la piscina climatizada, el jacuzzi, etc. que están en una terraza acristalada de la última planta. Bajamos nuevamente a recepción para esperar a los autobuses y como se ve que tardaban nos metemos en el bar a tomar unas cañas; estuve un rato de charla con el camarero, pidiéndole información de los lugares por los que se podía hacer alguna excursión a pié y el primero que me recomendó fue el campo de nieve de La Rabassa, en la parroquia de San Juliá de Loria; también me dijo que este año había mucha nieve y que a cualquier sitio de montaña había que ir con raquetas de nieve.

A continuación me fui a dar una vuelta hasta una oficina de turismo cercana, con objeto de pedir unos folletos y de que me diesen mas información para posibles excursiones a pié. La empleada de la oficina, muy amable, me dio un folleto con la descripción de 50 posibles marchas, aunque me dijo lo mismo que me había dicho el camarero, que en la mayoría de los casos habría que utilizar raquetas de nieve; de vuelta de nuevo en el Hotel, aun no habían llegado los autobuses, por lo que estuvimos otro rato esperando en recepción, hasta que aparecieron por allí, pasadas las 8 de la tarde.

Ayudamos en lo que pudimos a bajar las maletas, preparamos un poco de jaleo con las habitaciones porque yo le había dicho a Tomás que pusiese a Felisa y los chicos en una habitación junto a la nuestra y, en principio, estaba 2 pisos mas abajo, por lo que tuvimos que hacer algunos cambios y cuando ya estamos instalados resulta que Felisa no puede abrir una de las maletas. Todos intentamos abrirla, pero no había manera, por lo que cogí la maleta y me la bajé a recepción para que de alguna forma la pudiésemos forzar, causando el menor destrozo posible.

Una vez solucionado el tema de las habitaciones y la maleta bajamos al bar a tomar unos chatos antes de entrar al comedor a cenar, y a escuchar la "conferencia" de Pere, el jefe de los monitores de esquí sobre la situación de las pistas, los restaurantes y bares, la organización de los cursillos, etc., lo que aprovecharon las mujeres para ir haciendo sus planes de cara al cursillo de esquí, ya que se juntaron unas cuantas que iban a probar por primera vez. La cena, a base de buffet, bastante bien y, además, junto a la entrada del comedor había una especie de café cantante, en el que una pareja amenizaban la velada.

Como la gente estaba cansada del viaje y ante la amenaza de Tomás de que a las 8 de la mañana sonaban los teléfonos en las habitaciones, tras un cafetito en el bar nos fuimos casi todos a la cama, excepto alguno que se quedó tomando una copa y echando un mus.

Domingo, 9 de Febrero de 1997.

Sobre las 8 de la mañana suenan los teléfonos en las habitaciones y todo el mundo arriba, porque tenían que ir a recoger el material de esquí, pruebas de botas, etc. Michel y yo nos levantamos a la misma hora y planeamos hacer caso a lo que me había dicho el camarero el día anterior, es decir, ir a dar una vuelta por el campo de nieve de La Rabassa. En cuanto se marcharon los autobuses nosotros cogimos el coche en dirección a San Juliá y allí, en el centro del pueblo, sale la carretera en dirección a La Rabassa.

El trayecto es una curva permanente, ya que discurre por la ladera de una de las montañas que rodean San Juliá ganando altura constantemente pero avanzando poco en cuanto a la distancia recorrida. Es posible que de San Juliá a La Rabassa no haya mas de 3 Km. en línea recta, pero en coche hacemos mas de 20 Km., con objeto de salvar un desnivel de mas de 1.000 metros. Además, entre las dos posibles opciones cogimos la peor, la que va por el pueblín de Aixirivall, ya que además de ser la mas larga, tiene un tramo que no está asfaltado y que precisamente da a la ladera norte de la montaña, por lo que algunas partes del trayecto eran verdaderas placas de hielo. No obstante, a medida que vas ganando altura, la panorámica crece en belleza, por lo que casi siempre merecen la pena este tipo de exploraciones.

Por fin llegamos a un cruce en el que la carretera vuelve a estar asfaltada y se ve que habían pasado las máquinas quitanieves, porque a los latos de la carretera se acumulaban importantes cantidades de nieve, pero como eran sobre las 9 de la mañana todavía quedaban placas de hielo en las zonas sombrías. Calculo que tardamos unos tres cuartos de hora en llegar a La Rabassa, donde tan solo había tres o cuatro coches en un pequeño aparcamiento cubierto de hielo y no mas de media docena de personas por los alrededores. De frente, un edificio principal, de construcción típica andorrana, de muy buen aspecto y que se ve que funcionaba como restaurante; también algunos otros edificios mas pequeños, que albergan las escuelas de esquí, motos de nieve, guardaesquís, etc.

En las pistas de esquí de fondo había una señora a la que preguntamos que por donde podíamos dar una paseo y nos indico un circuito, paralelo a la pista, que discurre entre los pinos y que estaba especialmente preparado al efecto; cogimos el circuito, señalizado con unas placas de madera verde clavadas en los pinos, pero salvo en pequeñas zonas de claro, los árboles nos impedían ver el panorama, por lo que cuando ya casi lo habíamos completado, nos metimos en la pista de esquí de fondo y avanzamos en dirección contraria hacia una zona que se veía mas despejada; la pista continuaba por otra en la que se veían huellas de motos de nieve y por fin, salimos de la vegetación y nos situamos en una zona completamente abierta, de ladera suave, cubierta por 2 ó 3 metros de nieve virgen y atravesada por una pista que había hecho alguna máquina. De frente teníamos un monte, coronado por una fila de pinos, y al que se podía subir fácilmente porque las motos de nieve habían trazado un camino. Según los planos se trata de la "Collada de Pimes".

Sin pensarlo mas, atravesamos la ladera por una zona llana y a la izquierda se veían dos o tres motos de nieve haciendo malabarismos. Se caminaba bastante bien porque la nieve estaba dura y no metíamos la pata; tomamos el camino cuesta arriba, por donde ya se caminaba algo peor debido a que la pendiente nos hacía resbalar, hasta que divisamos el otro lado del monte y que ya era territorio español; nos paramos un rato, para recuperar un poco el aliento y para contemplar el panorama, los dos solos en esa inmensidad de nieve y con el pequeño ruido de fondo de los motores de las motos; continuamos hasta la cumbre de la que nos separaban unos 100 metros también cuesta arriba, y en ese trayecto ya se caminaba peor porque en algunos tramos metíamos la pata ya que la nieve estaba cubriendo algunas zonas de maleza.

Unos metros antes de llegar a la cumbre, había en la nieve unas huellas grandes y otras mas pequeñas que pensábamos que podían ser de oso, por la forma, por el tamaño y porque salvo las motos de nieve no había pasado nadie antes por allí; al llegar arriba vimos que las huellas finalizaban en una zona muy escarpada, que descendía casi vertical, entre las rocas y la maleza hacia territorio español; en esa parte de la cumbre, orientada hacia el sur no había nada de nieve, por lo que se perdían las huellas y los accidentes del terreno la hacían inaccesible para nosotros. Sacamos unas fotos de las huellas y allí nos paramos a descansar.

Como lucía un sol espléndido, yo me quité la camiseta sudada y antes de ponerme la seca estuve un rato tumbado en la nieve; nos echamos un par de cigarros contemplando la fabulosa panorámica del murallón que forma la Sierra del Cadí, que teníamos de frente, y los valles a nuestros pies con pequeños pueblos del pirineo leridano. A nuestra espalda los picos del Port Negre y la Torre dels Soldats, de mas de 2600 m., completamente cubiertos de nieve, con algunos espacios en los que daba la impresión de que la nieve estaba sucia.

Desde nuestra atalaya, mirando con los prismáticos veíamos a nuestros pies pequeños arroyos que atravesaban las praderas donde pacían los caballos, pero que a simple vista apenas se apreciaban por lo que calculo que debíamos estar al menos unos 500 metros encima de ellos. Tras aproximadamente una hora de descanso y relajación volvimos sobre nuestros pasos hacia La Rabassa y al poco de empezar el descenso, vemos dos motos de nieve que se dirigen hacia nosotros, a las que acompañaba un perro; llegaron a nuestra altura, se dieron media vuelta y continuaron por la ladera sur del Port Negre, en lo que parecía el acceso natural hacia la parte española. Al atravesar la explanada de nieve vemos a unos cuantos esquiadores novatos haciendo sus pinitos; digo lo de novatos por las trazas que tenían y por los golpes que se daban; de vez en cuando nos parábamos para ver la trayectoria de alguno de ellos hasta que se caía al suelo; como no había remontes, tenían que subir los esquís a cuestas, pero también tenían la ventaja de que practicaban en inmensas pistas de nieve virgen sin que nadie las molestase.

Volvemos a entrar en zona de pinos y con objeto de ganar tiempo tomamos una especie de atajo; la zona estaba ya mucho mas concurrida que a la ida, de otras motos de nieve, gente haciendo esquí de fondo, etc. Y como casi siempre pasa, que los atajos en la sierra no son buenos, hubo un momento en que metí la para en la nieve hasta la cintura; menos mal que me ocurrió junto a un pino joven al que me pude agarrar para salir. Continuamos el regreso entre dudas de si tomar un camino u otro, y creo que dimos algún rodeo hasta que nos situamos en la zona del aparcamiento y bar; como nos lo habíamos ganado, nos metimos en el bar a tomar unas cañas y una pinchada de queso. La salida del aparcamiento estaba my complicada, porque las planchas de hielo no se habían quitado y aquello se había llenado de coches; el nuestro en concreto estaba tapado por otros dos o tres, que estaban maniobrando para poderlos colocar. Al fin conseguimos salir.

La vuelta hacia San Juliá la hicimos por la otra carretera, que pasa por el pueblo de Juberri, asfaltada en su totalidad y posiblemente mas corta; continuamos directamente hasta las pistas de esquí de Pal, con objeto de ver que tal les había ido a las esquiadoras e intentar llegar a comer allí.

Una vez en Pal, ya habían comido todos, por lo que nosotros nos metimos al comedor con los tickes que nos había dado Tomás y comimos tan a gusto, sin aglomeraciones ni colas ya que eran mas de las tres de la tarde y quedaban comiendo cuatro gatos. Estuvimos un rato con las señoras, quienes nos contaron sus primeras experiencias de por la mañana, nosotros les contamos a ellas las nuestras, dimos una vuelta por la estación de esquí que Michel no conocía y volvimos al hotel.

Tras los correspondientes aseos y duchas, yo me fui a dar una vuelta por el centro, con el fin de sacar un poco de dinero en el cajero y de tratar de conseguir otro folleto de marchas que le había gustado a Michel; me fui hasta la oficina de turismo que hay en el puente de Les Escaldes, que a pesar de ser domingo estaba abierta y conseguí el folleto; me volví hasta el hotel y ya estaba el personal pululando por el bar y recepción, por lo que nos tomamos unas cañas antes de ir a cenar; los chicos a su aire y nosotros nos sentamos con Carmen y José-Manuel Landa, en animada conversación, tratando de convencer a las señoras de que eran capaces de esquiar, etc. etc.

Después nos sentamos en una de las mesas del hall, el que quiso se tomó una copa y nos fuimos a la cama.

Lunes, 10 de Febrero de 1997.

Nos levantamos poco después que los demás, es decir, sobre las 8 de la mañana, aunque con menos prisa porque a nosotros no nos estaba esperando ningún autobús y cuando bajamos a desayunar, el resto del grupo ya estaban terminando, por lo que había bastantes mesas libres en el bar y desayunamos mas cómodos; únicamente destacar que me echaron un rapapolvos por bajar en chanclas y calcetines a desayunar, pero me resultaba mas cómodo que bajar ya con las botas de sierra. Nos dio Tomás los tickes para la comida y cuando el grupo se subió a los autobuses para ir a la estación de esquí de Pal, nosotros subimos a la habitación a ponernos las botas y coger las mochilas.

El plan era de hacer una excursión por los alrededores del Lago d' Engolasters, así como una pequeña ruta que habíamos visto en los folletos que partía desde allí, por lo que cogimos el coche y pusimos rumbo a la carretera en dirección a Francia. A la salida de Escaldes-Engordany, tomamos una desviación a la derecha que en continua ascensión y mediante sucesivas curvas salva la ladera de la montaña y desde donde se ve una bonita panorámica del valle en el que está enclavada Andorra La Vella. Pasamos junto a la iglesia de San Miguel d' Engolasters y a partir de aquí empieza a aparecer la nieve a ambos lados de la calzada, aunque esta estaba limpia.

Luce el sol y no hace mucho frío, por lo que el día es apropiado para caminar. Transcurridos unos 6 Km. llegamos a un pequeño aparcamiento, donde acaba la carretera, junto a un par de casas, una de las cuales es un bar pero que estaba cerrado. Dejamos el coche y tomamos un pequeño camino entre los pinos que yo sabía que se dirigía hacia el lago por haber estado por allí hace un par de años; algunos tramos del camino estaban helados, por lo que había que pisar con cuidado para evitar resbalones. El camino termina en una pista que va bordeando el lago, por lo que continuamos por la pista hacia el extremo por el que entra el agua, donde hay un par de bares que igual que en el caso anterior estaban cerrados, pero con un par de perros guardianes a la puerta de uno de ellos, que no invitaban a arrimarse por allí. Junto al otro bar hay un pequeño mirador desde el que pudimos observar una preciosa panorámica en dirección norte.

Nos acercamos junto al lago, que por esta parte no estaba helado, ya que está entrando agua constantemente, y tomamos un camino que lo bordea por el lado contrario a la pista por la que habíamos llegado; nos hicimos alguna foto, aunque tan metidos entre los pinos no era demasiado buena la luz, porque además parece que empezaba a nublarse un poco el día, y antes de llegar a la mitad del trayecto el agua se convierte en bloque de hielo, en una principio mas sueltos y agrietados pero a medida que íbamos avanzando el bloque es mas compacto y da la sensación de que se puede pisar encima del hielo, aunque no lo probamos para evitar riesgos. Llegamos al muro de contención, que convierte al lago en una especie de presa y como empezaba a salir el sol de nuevo nos subimos a la pared para contemplar el lago desde el otro extremo; después de un rato por allí, tomamos un camino que salía desde el muro, pero no habíamos caminado ni 100 metros cuando dicho camino se pierde; tomamos otra desviación y lo mismo, por lo que estuvimos un rato dando vueltas por allí sin encontrar una salida. Ante esta situación, decidimos volver al coche y volver a coger la carretera de Francia en dirección al puerto de Envalira.

Al pasar de nuevo por la Iglesia de San Miguel d' Engolasters hicimos una parada para hacernos unas fotos con el precioso campanario románico de fondo. Una vez en la carretera y, tras pasar por las parroquias de Encamp y Canillo iniciamos el último tramo de la subida a Envalira, con dos metros de nieve a cada uno de los lados de la carretera, pero la calzada completamente limpia; llegando arriba, vemos unas cuantas motos de nieve circulando por allí, por lo que volvemos a pensar en darnos un paseo en una de ellas.

F - 4 : En la cima de Envalira. Al fondo, Pas de la Casa.

Aparcamos el coche junto a la gasolinera, cuya parte trasera tenía un muro de mas de tres metros de nieve y por un pequeño paso que habían hecho nos dirigimos hacia las pistas de esquí de la estación de Pas de la Casa-Grau Roig; como la nieve estaba bastante dura, se caminaba muy bien y en una cumbre próxima estaba el remonte que enlaza las dos estaciones de esquí, por lo que decidimos subir hasta allí; la panorámica es impresionante, porque estamos en medio de un sinfín de cumbres nevadas, con un sol espléndido y teniendo a nuestros pies, unos 500 m. mas abajo, las instalaciones de Pas de la Casa, que parecían un pueblecito de juguete, así como un montón de gente bajando por las pistas como hormiguitas. Estuvimos allí un rato, viendo las evoluciones de los esquiadores y haciendo algunas fotos y a continuación volvimos a bajar hacia la gasolinera, dando vueltas al asunto de las motos de nieve.

Cuando llegamos abajo, justo enfrente, al otro lado de la carretera, había una pista que no parecía demasiado peligrosa con dos o tres motos de nieve para alquilar; nos acercamos al dueño y le comentamos que si era difícil conducirlas y nos dijo que estas motos se conducen con el cuerpo mas que con el manillar, sacando el culo del asiento hacia un lado u otro según se quiera girar, que tenían bastante potencia y aunque podían con los dos nos recomendó que diésemos una vuelta cada uno, por separado, puesto que nos resultaría mas fácil debido a la falta de experiencia; por tanto, pactamos el precio y Michel fue el primero en subir a la moto. No había avanzado 50 metros, cuando la pista se inclina hacia la izquierda y aunque se le notaban los esfuerzos por enderezarla, no había manera, por lo que terminó saliéndose de la pista; como la moto se había metido en nieve blanda, tuvieron que ir para ayudarle a sacarla y con estos pequeños incidentes dio la vuelta a la pista. A continuación cojo yo la moto y en vez de a los 50 metros, fue a los 100, pero me ocurrió lo mismo; no obstante las vueltas siguientes ya fueron mejores y aunque se nos volvió a salir en alguna otra ocasión la moto de la pista, pudimos volver a ella sin ayuda. Total que pasamos un buen rato con las motos de nieve y después de pasarnos por la oficina, que tenían instalada en una roulotte enterrada prácticamente en la nieve, nos fuimos a un bar a tomar unas cañas. El bar tenía en la fachada unos "pirulís" de hielo de mas de un metro de largos. Como eran mas de las 2 de la tarde, cogimos el coche para tratar de comer en la estación de Pal, donde llegamos sobre las tres y como ya habían comido casi todos los esquiadores, comimos tan a gusto, igual que el día anterior, por lo que pensamos que esa era la hora adecuada para llegar a comer el resto de los días.

Al salir de comer encontramos a las señoras. quienes nos contaron sus segundas experiencias en el arte del esquí, a base de "escalera" toda la mañana y bajaditas de 10 metros haciendo la cuña, con muchísimas dificultades para hacer los giros, pero ya iban mentalizadas de que esto es así. Desde Pal, bajamos a Jesusete, Juan-Pablo y Nacho en el coche hasta el hotel, con objeto de llegar antes que los autobuses y darnos un bañito en la piscina climatizada y el jacuzzi sin aglomeraciones.

Antes de cenar, Mª Antonia, Felisa y yo salimos a dar una vuelta y nos tomamos unas cañas en una bar llamado "Papanico", que estaba cerca del hotel y donde nos dieron una buena cerveza y unos buenos pinchos, por lo que pensamos en volver mas de un día por allí. De regreso al hotel, cena, cafés con tertulia y a la cama pronto porque había que madrugar al día siguiente.


Martes, 11 de Febrero de 1997.

Para este día teníamos planeado hacernos una excursión hasta el Parque Nacional de Aigüestortes y Lago San Mauricio, que está a unos 100 Km. de Andorra en el Pirineo Leridano, por lo que bajamos a desayunar al tiempo que los demás, quedando que no volveríamos hasta la hora de cenar. Por tanto, salimos del hotel sobre las 8 y cuarto de la mañana en dirección a Seo de Urgel; pasamos la aduana sin ninguna dificultad, puesto que no llevábamos en el coche mas que las mochilas con la cámara de fotos y los prismáticos y al llegar al pueblo de Adrall, tomamos una desviación a la derecha que se dirige hacia el puerto del Cantó; enseguida empieza la subida al puerto, no con demasiada pendiente pero continuada durante cerca de 25 Km., en un interminable rosario de curvas. Al llegar al alto hicimos una parada en una especie de mirador, desde donde se contempla la Sierra del Cadí y la zona de la Rabassa enfrente, donde habíamos estado hace un par de días. Iniciamos la bajada en dirección a Sort y allí tomamos la desviación hacia el puerto de la Bonaigua, siguiendo el curso del Noguera Pallaresa por una carretera ancha y con buen firme. Pasamos por los pueblos de Rialp de Noguera y Llavorsí y al cabo de unos 25 Km. tomamos una desviación a la izquierda en dirección al pueblo de Espot. El día podemos calificarlo de nubes y claros.

Al poco de entrar en el pueblo vemos una Oficina de Turismo y Centro de interpretación del P.N. de Aigüestortes-Lago San Mauricio, por lo que aparcamos el coche junto a ella y entramos a informarnos; nos dicen que sí es posible llegar hasta el Lago San Mauricio, pero que mas de la mitad del trayecto estará completamente cubierto de nieve; igualmente nos informan de que hay una carretera hasta cerca del lago, únicamente transitable en verano, porque ahora estará completamente helada debido a que está en una ladera muy sombría y por tanto nos recomiendan que crucemos el río junto a un camping y sigamos un camino paralelo al río. Compramos un plano y con esta información nos metemos en la tienda de al lado a comprar los bocadillos y unas latas de cerveza.

Cogemos nuevamente el coche para dirigirnos a la salida del pueblo por el lado opuesto al que habíamos entrado y antes de terminar las casas vemos un cartel indicador hacia el lago San Mauricio, por una carretera muy estrecha y en muy mal estado; no obstante continuamos por la carretera y no habíamos avanzado ni 100 metros cuando nos encontramos de frente un todo-terreno, en una zona en la que ya había nieve helada; les preguntamos que si se podía continuar y nos dijeron que lo mejor que podíamos hacer era darnos la vuelta, porque a partir de allí la carretera estaba completamente helada. Recorrimos marcha atrás esos 100 metros y aparcamos el coche junto a las últimas casas del pueblo; cogimos las mochilas y nos pusimos en marcha por la carretera y efectivamente estaba helada en su mayor parte, excepto en algunos tramos en los que se veía el asfalto por las rodadas de los todo-terreno.

Al llegar a la altura del camping, llamado "Vora Parc", que nos habían indicado en la oficina de información del parque, bajamos hacia sus instalaciones porque había un puente para cruzar el río; pero aparentemente la pista acababa en el camping, nada mas cruzar el puente, por lo que estuvimos por allí un rato buscando un camino, subiendo por unas laderas en las que había clavados bastantes bastones de esquí que creíamos que señalizaban algo, pero no llevaban a ninguna parte; de nuevo a subir por la ladera, detrás de las casas del camping y nada, que no encontrábamos un camino, que según nos habían dicho estaba bastante bien señalizado, por lo que después de mas de media hora de dar vueltas por allí, desistimos de encontrar el camino y volvimos a la carretera helada, con intención de avanzar por allí lo que pudiésemos.

No habíamos caminado ni 200 metros, cuando encontramos un indicador que apunta hacia el río y nos dimos cuenta de que ese era el verdadero camino que nos habían indicado en la oficina de información; efectivamente, había otro puente y la ruta continuaba por al otro margen del río; habíamos perdido mucho tiempo, pero al final habíamos dado con la senda, por lo que sin mas demora pusimos la marcheta, por zona cómoda, sin mucha pendiente, aunque de vez en cuando había alguna cuesta; de momento no había mucha vegetación y la nieve estaba en los alrededores, pero el camino estaba limpio. Tras un cuarto de hora de marcha en esta situación, entramos en una zona de pinos y a continuación un nuevo claro, donde se veía la marca inequívoca de una avalancha que bajaba casi hasta el río, arrastrando rocas y pinos a su paso y que había que atravesar la nieve por encima, porque el camino estaba cortado, aunque no éramos los primeros, porque había huellas en la nieve. Poco a poco nos íbamos acercando a Les Encantats, con sus laderas casi verticales cubiertas de nieve.

Continuamos por la zona del Prat de Peiró, con suave pendiente y ya empezaba a aparecer la nieve a ambos lados del camino, que poco a poco se iba haciendo mas abundante, hasta que llegamos a Les Pallers, donde ya era permanente; al principio en capa no muy espesa, donde meter la pata no era muy problemático, pero poco a poco se iba engrosando y ya por la zona del Pletiú de Sant Maurici (donde nos encontramos a tres o cuatro personas, que caminaban en sentido contrario al nuestro), en ocasiones, metíamos la pata hasta la rodilla lo que nos hacía mas dificultoso el camino a pesar de que la pendiente seguía siendo suave; en estas condiciones llegamos hasta un pequeño claro en el que había una especie de capilla a la derecha y desde donde las huellas en la nieve se dividían, pero siempre con tendencia a subir la pequeña pendiente que teníamos de frente, por lo que tras un pequeño descanso afrontamos la rampa y entramos de nuevo en la vegetación, con un indicador que apuntaba a la izquierda hacia el Refugio "Ernest Mallafre" y, donde tras otra pequeña rampa nos encontramos frente a un muro de roca prácticamente cubierto de hielo. Es el muro que cierra el Estany de San Maurici; bordeamos el muro por la derecha y nos situamos en una construcción de madera, con un buen porche cubierto, y que según se indicaba en los carteles sirve para información al visitante del parque (suponemos que en verano, porque en este momento estaba cerrada la puerta a cal y canto y no había un alma por allí). El acceso al porche había sido limpiado de nieve, que se había acumulado en un montón de mas de tres metros, puesto que sobrepasaba el techo del pequeño refugio; desde allí, a unos 20 o 25 metros, veíamos el Lago de San Mauricio, completamente helado, y al otro lado del lago una edificación, que podía ser una especie de bar para el verano.

F - 5 : Junto al Lago San Mauricio, completamente helado.

Hacía bastante frío, sobre todo cuando soplaba algo de viento, y como estábamos bastante sudados debido al esfuerzo de subida entre la nieve, nos apresuramos para cambiarnos las camisetas; metimos las latas de cerveza en la nieve y empezamos a prepararnos el bocadillo en un pequeño banco que había junto a la entrada de la caseta; nos comimos los bocadillos, metiendo las manos en los bolsillos tras cada bocado, porque se nos quedaban heladas, sacamos tres o cuatro fotos y enseguida iniciamos el regreso por el mismo camino, puesto que el día parece que se nublaba en las cumbres, empezaba a chispear la nieve y deseando atravesar la zona nevada que era la mas incómoda debido a las continuas meteduras de pata. Tras un par de horas de camino, con la nieve a nuestras espaldas y de vez en cuando en nuestras cabezas, estábamos de nuevo junto al coche, con el que bajamos hasta el centro del pueblo y nos metimos en un bar a tomar un café caliente con unos bollos o madalenas. Eran sobre las 5 de la tarde y parece que en ese bar se concentraban a comer todos los monitores de la estación de esquí de Super Espot, que estaba dos o tres kilómetros mas arriba.

Una vez reconfortados con el refrigerio, cogimos el coche y por el mismo camino que habíamos traído a la venida, iniciamos el regreso, volviendo a cruzar el puerto de Cantó, que se me hizo interminable, sobre todo a la bajada puesto que ya se nos estaba haciendo de noche. Llegamos a Andorra sobre las 8 de la tarde y tras las correspondientes duchas nos contamos unos y otras nuestras experiencias del día.

Miércoles, 12 de Febrero de 1997.

Después de la paliza del día anterior, este día nos planteamos en quedarnos en la estación de esquí de Pal y dar una vuelta por los alrededores, al tiempo que comprobábamos los progresos de las esquiadoras. Por tanto, un poco después de que subiesen los autobuses, subimos nosotros con el coche, no sin ciertas dificultades para aparcar, porque ya estaba casi todo el aparcamiento lleno.

Esta mañana, Juan-Pablo no podía esquiar, porque le había mordido la bota de esquí y tenía una ampolla, pero tampoco podía venir con nosotros por el mismo motivo. Una vez que estuvimos presenciando el comienzo del cursillo, decidimos subir el por borde de una de las pistas de esquí, tratando de llegar hasta el Cubil, el punto mas alto de la estación, que se veía desde la zona de servicios y que Raúl nos decía que tardaríamos cerca de dos horas en subir; Michel y yo pensamos que podía ser algo menos. El día era espléndido, por lo que las vistas desde lo alto tenían que ser impresionantes. De paso, veríamos que tal se les daba a los esquiadores de nuestro grupo, por lo que sin mas preámbulos, nos pusimos en marcha por la pista de la izquierda, en zona sombría donde la nieve era prácticamente hielo y por eso menos transitada; las huellas dejadas por la máquina que arregla las pistas se habían convertido en pequeños canalillos de hielo, lo que en cierto modo nos hacía mas cómoda la subida que si la pista hubiese estado lisa, pues resbalábamos menos.

Como no teníamos ninguna prisa, tras subir la primera rampa hacemos una parada, mas que nada para sortear a los esquiadores que pasaban por el cruce de las dos pistas; a continuación afrontamos el segundo tramo de pista, donde al ser mas ancha y estar algo mas alejada de los pinos de la izquierda, había zonas en las que daba el sol, pero otras en sombra, porque teníamos que ir pegados a la pared de nieve y hielo situada a nuestra izquierda para no entorpecer a los esquiadores y, sobre todo, para evitar que se nos echasen encima y nos diesen algún golpe. La cuesta se empieza a poner mas pendiente y aunque en las zonas soleadas nos sobra el anorak, en las zonas sombrías lo echamos de menos, por lo que en varias ocasiones nos lo quitamos y en otras tantas nos lo volvimos a poner.

Tras este segundo tramo, llegamos a una zona llana, donde hay un bar-restaurante, con un montón de sillas y mesas en la calle a modo de terraza, que en días como el de hoy está bastante concurrida, puesto que da el sol de plano; allí se cruzan varias pistas de esquí y terminan algunos remontes, por lo que vamos con cuidado para sortear a los esquiadores que salían de los mismos; apenas paramos allí, e inmediatamente nos dirigimos hacia la pista que terminaba en el pico del Cubil, en la que se apreciaban tramos bastante empinados, pero en general completamente soleada, por lo que nada mas empezar a subir nos aligeramos de ropa. Nos encontramos con Tomás Urrialde, que bajaba esquiando con cara de velocidad, de tal forma que le hicimos una foto y yo creo que no se enteró; mas arriba nos encontramos con Pascual, que junto con uno de sus chicos habían contratado un monitor para ellos solos y por allá arriba estaban dando la clase; también vimos a Carlos, bajando como un loco por otra pista paralela, etc. En fin, que entre foto y foto hacíamos nuestras paradas, hasta que ya bastante arriba llegamos a una zona de fuerte pendiente, que gracias a que agarraban bien las botas por el margen de la pista, puesto que si no hubiera sido muy difícil de subir; en ese tramo vimos mas de un golpe, sobre todo de los que bajan con tabla; remontada esa cota, el camino hacia la cumbre se nos presentaba mas fácil, ya que tenía menos pendiente, por lo que en pocos minutos estábamos junto a la caseta donde finaliza la "silla de 4", que es el punto mas alto al que llegan los remontes de la estación de esquí. Desde allí, por suave pendiente al principio, que en algunos tramos es llana y fuerte pendiente con un par de pistas casi heladas al final, se llega hasta el Coll de la Botella, el otro extremo de la estación.

Desde la caseta, saltamos la cuerda de protección y en poco mas de 50 metros estábamos en la cumbre del Cubil; habíamos tardado algo menos de hora y media. La vista es impresionante en todas direcciones y mas si tenemos en cuenta la cantidad de nieve que había. De frente el Pic Negre, cumbre de la estación de esquí de Arinsal; a sus pies discurre la carretera (cubierta por un par de metros de nieve) que enlaza el Coll de la Botella con el Port de Cabús y que continúa por una pista ya en territorio español; a nuestra izquierda el Pic dels Llacs, también fronterizo, con 2.632 m. de altitud, cerrando un profundo valle; a nuestra derecha las pistas de esquí de la estación de Pal, por donde habíamos subido, e incluso al fondo se veían diminutos los edificios de la zona de servicios de la estación y a nuestra espalda el Pic d'Enclar; en resumen, en todas direcciones se ven cumbres y macizos, dando la sensación de que estamos en el centro de la cordillera pirenaica.

Estuvimos allí un buen rato contemplando el impresionante panorama y sacando algunas fotos, nos cambiamos las camisetas sudadas, puesto que a pesar del sol en cuanto estuvimos un rato parados nos quedamos fríos y luego vienen los catarros, y a continuación empezamos el descenso por el mismo camino por el que habíamos subido. La bajada mucho mas cómoda que la subida, puesto que las botas se clavaban un poco en la nieve (aunque había que hacer fuerza con las rodillas para no embalarse) y cuando la pendiente era fuerte intentábamos bajar resbalando, lo que conseguimos en algunos tramos. Volvimos a ver a Carlos y a Angela, que pasó con sus amigas junto a nosotros e incluso pararon y nos hicieron una demostración para que apreciásemos los progresos de dos o tres días de clases. Llegamos hasta el bar intermedio, con intención de tomarnos unas cañas, pero había unas colas impresionantes, puesto que era la hora en que muchos de los esquiadores paraban para comer, por lo que tras un rato por los alrededores del bar, abordamos el último tramo de descenso. Llegamos a la zona de servicios de la estación, nos metimos en la cafetería y nos tomamos unas cañas sentaditos en una mesa, puesto que a pesar del jaleo llegamos a tiempo.

Miramos en el self-service, para ver si estaban comiendo las señoras, pero no las encontramos, por lo que nos pusimos a comer nosotros. Después de comer subimos a la cafetería de arriba, y allí estaban, sentadas en la terraza, donde habían comido a base de platos combinados y un poco desesperadas, porque no veían progresos significativos en el esquí; estuvimos allí un rato con ellas, tomando unos cafés y después decidieron ir a practicar otro rato. Efectivamente, seguían subiendo por la pista de principiantes haciendo la escalera, sin que ninguna de ellas se atreviese a coger el remonte; intentaban girar haciendo la cuña y unas veces le salía mejor a Mariví, otras a Mª Antonia y la que tenía mejor día en esta ocasión era Felisa. Como llegaba la hora de recoger el material para ir a los autobuses, nosotros nos fuimos al coche y nos bajamos a Andorra.

Jueves, 13 de Febrero de 1997.

El plan para este día era de ir en coche hasta la estación de esquí de Ordino-Arcalís y dar una vuelta por la zona, intentando llegar hasta los lagos de Tristaina. El día no amaneció tan claro como los anteriores, pero tampoco parece que amenazase la lluvia o la nieve.

Por tanto, después de desayunar y poco después de que se marchasen las esquiadoras a su tarea, cogimos el coche y pusimos rumbo a La Massana, para tomar allí la desviación hacia Ordino-Arcalís. Desde el pueblo de Ordino nos dirigimos hacia la estación de esquí y al llegar allí, nada mas atravesar un pequeño túnel que hay en la carretera, nos situamos junto a la estación base, donde comienzan los remontes; continuamos un poco mas por la carretera, ya con fuerte pendiente y trazado serpenteante, hasta la segunda base de la estación, donde ya se veía mas aglomeración de esquiadores y de coches aparcados a ambos lados de la carretera; como todavía quedaban unos metros de carretera limpia de nieve avanzamos un poco mas y aparcamos junto al último edificio, una pequeña caseta en la que hay algunos motores. Nos bajamos del coche, cogemos las mochilas y nos ponemos en marcha siguiendo por la carretera, que unos 100 metros mas arriba se convierte en una pista de esquí, por la que bajaba la gente esquiando y empalmaba con otra pista en una de las curvas. Como la pendiente no es muy fuerte y la nieve estaba dura, se caminaba cómodamente.


F - 7 : Subiendo hacia la Coma del Forat, junto a la "O" de Ordino.

Terminamos la zona de curvas y justo en la última hay una gran "O" metálica, de unos 8 ó 10 metros de diámetro, donde hicimos una pequeña parada; a esas alturas el poco viento que soplaba era bastante frío; continuamos unos metros mas, por el margen derecho de la pista/carretera, tratando de no interrumpir a los esquiadores, hasta que divisamos el refugio de "La Coma del Forat" y, sin llegar hasta él, nos paramos en un cruce con otra pista, donde yo recordaba de hace uno ó dos años que estuve por allí con mucha menos nieve, que había un cartel indicador hacia los Lagos de Tristaina; el camino cruza un pequeño valle surcado por varios arroyos que confluyen sus aguas en uno de mayor tamaño, pero que apenas de apreciaba al estar todo cubierto de nieve, lo que nos hacía ir con cuidado para evitar el "meter la pata" en un hueco de nieve que nos hiciese caer al agua que había debajo. Conseguimos cruzar el "aparente" río y enfilamos la ladera, corta pero de fuerte pendiente; no habíamos avanzado ni 20 metros, cuando una metedura de pata me dejó con medio cuerpo dentro de la nieve y el otro medio fuera; además, no hacía pié en el suelo porque la nieve estaba hueca. Michel un poco mas abajo, no se atrevía a seguir avanzando porque le podía pasar lo mismo que a mí. Por tanto, salí como pude del atolladero y decidimos darnos la vuelta, puesto que seguir avanzando tenía mucho peligro.

Bajamos hasta la zona llana y subimos hasta un pequeño montículo en el que despuntaban unas piedras que podían servirnos de apoyo; estuvimos allí un rato, metiendo la pata a poco que nos moviésemos, y a continuación decidimos dar una vuelta por el circuito de esquí de fondo que teníamos a nuestros pies, puesto que la nieve parecía estar mas dura. Recorriendo el circuito llegamos hasta el Refugio-Cafetería de La Coma del Forat, donde había varios esquiadores a la puerta e incluso un helicóptero; nos tomamos unos chatos y unos pinchos y emprendimos el regreso al coche. Al poco de salir del Refugio, vemos que hay gente alrededor del helicóptero, por lo que nos paramos un poco hasta que se puso en marcha, ya que en un santiamén desapareció entre las cumbres.

Poco antes del llegar a la "O", vemos a unos esquiadores que bajan por la ladera de nuestra derecha, entre los pinos, por un sitio casi vertical, hasta que se plantaron en la pista; sin parar, cruzan la pista delante de nosotros y se ponen sobre la otra ladera, con menos pinos pero mas vertical aún, por donde parecía imposible bajar, pero en un periquete se lanzan dando saltos en zigzag y en pocos segundos estaban en otra pista situada unos 100 metros mas abajo. Nos quedamos con la boca abierta de lo que habíamos visto en medio minuto y, en este punto que aparecen por el mismo sitio unas esquiadoras que aparentemente seguían a los anteriores; se paran en la pista, se preguntan que donde están y como no los ven, continúan esquiando. Nosotros seguimos nuestro camino, comentando el incidente.

Llegamos hasta donde teníamos aparcado el coche y nos pusimos en marcha en dirección a la estación de Pal. Llegamos al cruce en aproximadamente media hora y como era un poco pronto, en lugar de dirigirnos a la zona base, donde están los principiantes, nos fuimos hasta el Coll de la Botella, donde yo sabía que había una cafetería. Al bajar del coche notamos que el poco viento que hacía era bastante frío, aunque lucía el sol, por lo que nos metimos en la cafetería a tomarnos unas cañas viendo como bajaban los esquiadores por las dos pistas que allí terminan, una de las cuales brillaba como un espejo y donde algunos se pegaban buenas "tortas". Después de estar allí un rato, cogimos nuevamente el coche y nos fuimos hasta el otro lado de la estación, donde llegamos a la hora de comer.

Después de comer, nos tomamos unos cafés con las señoras en la terraza, antes de que volviesen a ponerse los esquís; Juan-Pablo y Jesusete se quedaron con ellas allí, en la pista de principiantes, tratando de animarlas y bajando a su lado, como si las estuvieran dando un pequeño cursillo y aunque seguían un poco agarrotadas, iban haciendo algunos progresos con los giros. Cuando llegó la hora de recoger, mientras ellas dejaban los esquís en la jaula y cogían el autobús nosotros nos bajamos con el coche al hotel, puesto que el resto de la tarde habíamos quedado en hacer las compras que faltaban, como por ejemplo, un montón de quesos. Después de las compras nos tomamos nuestros chatos y pinchos en el Papanico, cena, cafés con tertulia y a dormir.

Viernes, 14 de Febrero de 1997.

El día amanece un poco mas nublado que los anteriores, pero de todas formas bastante bueno. Después de desayunar, mientras yo fui a hacer unas compras que les faltaban a las señoras, Michel me esperó en el hall del hotel, porque no se encontraba demasiado bien del intestino. Cuando volví, parece que se le había pasado un poco y decidimos ir a dar una vuelta hasta la "Coma de Ransol", valle situado en la parroquia de Canillo, paralelo al Valle de Incles, por lo que sin mas demora cogimos el coche y nos pusimos en marcha. En menos de media hora estamos a la altura de la estación de esquí de Soldeu-El Tarter, frente a la cual, al otro lado de la carretera, está el pueblo de Ransol; nos desviamos de la carretera principal y tomamos otra secundaria que se introduce en el valle, hasta que, al cabo de un par de kilómetros, justo a la altura de un pequeño puente de piedra, el firme está completamente cubierto de nieve y hielo, por lo que dejamos el coche junto al puente.

De vez en cuando parece que empezaba a salir el sol y tras hacernos un par de fotos en el puente, nos pusimos en marcha siguiendo el trayecto de la carretera nevada; el camino no era demasiado incómodo, puesto que a pesar de que en ocasiones "metíamos la pata", lo cierto es que la nieve estaba bastante dura y no se andaba mal del todo. Al poco rato vemos venir de frente unas cuantas personas, con raquetas de nieve y como habíamos estado discutiendo en días anteriores del tamaño de las raquetas, pensamos en preguntarles cuando llegasen a nuestra altura; se trataba de un 4 ó 5 franceses y francesas, que nos dijeron que habían comprado las raquetas en Francia y al cambio calculamos un coste de unas 20.000 ptas. el par, aproximadamente. Estuvimos unos minutos hablando allí con ellos, viendo las características de las raquetas, etc. y continuamos nuestra marcha siguiendo unos indicadores que apuntaban a la "Collada de Jan".

Al llegar junto a un puente que cruza el Riú de la Coma, el camino se divide (lo se porque había indicadores que apuntaban en distintas direcciones: hacia la izquierda, en dirección al Pic. de la Serrera y de frente, cruzando el río hacia la Collada de Jan). Nos sentamos en el mismo puente y Michel seguía sin encontrarse bien, por lo que nos quedamos allí un rato descansando. Decidimos avanzar otro poco, por lo que cruzamos el río y nos situamos junto a un pequeño refugio que había por allí, cerca del cual había una serie de mesas redondas de piedra, de las que solo se veía un poco, puesto que el resto estaba cubierto por la nieve; al acercarnos a las mesas vimos que cada una de ellas estaba rodeada por un banco también de piedra, que no se veía nada y como entre el banco y la mesa la nieve estaba un poco hueca, "metimos la pata". Creo que se trataba de una zona recreativa para el verano, donde la gente puede sentarse a comer la merienda, muy cerca del río, con una vista espléndida del valle, y como telón de fondo las pistas de la estación de esquí de Soldeu-El Tarter, que veíamos perfectamente con los prismáticos.

Nos sentamos allí un rato, en el borde de las mesas que no estaba cubierto por la nieve, esperando a ver si a Michel se le pasaban un poco los retortijones, ya que me decía que continuase yo la marcha, que el no podía; como no terminaba de rematar, al cabo de una media hora decidimos regresar al coche. Así lo hicimos, y poco antes de llegar nos encontramos con un Renault Clio atrapado en la nieve y una pareja de franceses tratando de sacarlo del atolladero, pero no había manera, puesto que las ruedas delanteras, que se habían metido en un pequeño badén al borde de la carretera, patinaban en el hielo y el coche no se movía; tratamos de achicar la nieve con los palos que llevábamos, pusimos piedras bajo las ruedas para que agarrasen, pero por mas que lo intentábamos el coche no superaba el badén, seguía patinando y no se movía ni un centímetro, hasta que al poco rato vemos un todo-terreno que se acerca y era precisamente de uno de los guardas de montaña; le comentamos lo que pasaba y nos dijo que esperásemos un poco, que bajaba al pueblo a por unas cuerdas para engancharlas al Renault e intentaría sacarlo. Estuvimos allí con los franceses mas de media hora, hasta que de nuevo apareció el guarda con las cuerdas, que enganchó al coche y a la primera consiguió sacar el Renault.

Tras el incidente, nosotros cogimos el coche que teníamos muy cerca de allí y nos fuimos a comer hasta Pal, para ver las últimas evoluciones de las esquiadoras, porque hoy finalizaba el cursillo; por fin se habían decidido a subir en el primer remonte y estaban bastante mas contentas, puesto que se ahorraban el esfuerzo de ir haciendo la escalera y las bajadas eran bastante mas largas. Ahora las daba pena que se acabase la semana, puesto que estaban empezando a disfrutar, después de los sufrimientos de días anteriores, pero todo llega a su fin, así es que quedaron emplazadas para ir algún día a La Pinilla y, sobre todo, volver al año que viene a Andorra.

Al bajar de Pal, Mª Antonia y Felisa había decidido ir al balneario de Caldea, mientras los demás rematábamos las pocas compras que nos quedaban y recogíamos unas fotos que teníamos a revelar; al salir de Caldea con la cabeza mojada, Mª Antonia se cogió una gripe de cuidado, que se trajo para Segovia. Después de cenar, en el hotel, había un café cantante, y estuvimos allí un rato de tertulia tras lo cual nos fuimos a la habitación a rematar las maletas y a continuación a la cama.

Sábado, 15 de Febrero de 1997.

Los que regresaban en el autobús madrugaron mas que nosotros, aunque llegamos a tiempo, a la hora de desayunar, de despedirnos de ellos; nosotros salimos aproximadamente a las 9 y cuarto de la mañana, es decir, una hora después que ellos; pasamos la aduana sin problemas y desde Seo de Urgel cogimos la carretera de Lérida; poco después de entrar en la autopista alcanzamos a los autobuses y unos kilómetros delante, un coche que llevaba varios pares de esquís, se le soltaron del portaesquís y se cayeron a la carretera dando botes para un lado y otro; menos mal que íbamos bastante lejos, porque la situación era comprometida y podía haber provocado un accidente, teniendo en cuenta la velocidad a la que circulamos por la autopista.

Paramos a comer en el Virrey Palafox de Burgo de Osma, desde donde llamamos a Jesús de Santos (padre), para que tuviese una idea de sobre que hora llegaríamos y nos presentamos en Segovia en torno a las 6 de la tarde.